Delors, la crisis y el fin de la Europa de las personas / Delors, a crisis e a fin d’a Europa d’as presonas

No tengo muy claro si nos damos cuenta de que en la actual crisis europea, más allá de sus causas económicas y financieras, consideramos en su adecuada importancia otras de índole política que se derivan de la evolución (o, mejor dicho, involución) que la idea de Europa ha tenido desde 1995.

Jacques Delors (Foto cortesía de NVP)

Y hablo de ese año porque, desde mis vivencias y experiencia personal, supuso todo un punto de inflexión para nuestra visión de la construcción europea. Fue el año de la salida de Jacques Delors de la presidencia de la Comisión Europea y el comienzo de una “dinastía” de comisarios de una actitud palmariamente diferente a la de un político al que cada día que pasa, añoro más.

Jacques Delors, un casi desconocido y en su día no excesivamente bien reputado exministro francés, fue nombrado Presidente de la Comisión Europea en 1985, en unos momentos en los que la entonces Comunidad Europea estaba sumida en la postración y la apatía, atenazada por dificultades económicas y políticamente atascada ante los bloqueos que Margaret Thatcher imponía ante lo que consideraba un desfavorable tratamiento para el Reino Unido en el presupuesto de la Comunidad. En los más de diez años de su mandato, haciendo gala de una inusual visión federalizante, habilidad diplomática, sentido práctico y capacidad de liderazgo, consiguió atemperar los ímpetus “renacionalizadores” de la Dama de Hierro, diseñar la unión económica y monetaria y, en un sentido más político, lograr el nacimiento de la Unión Europea.

En mi opinión (y puede que en la de no pocos conocedores de la historia europea), Delors fue el catalizador que consiguió llevar hasta el máximo grado de avance conocido la premisa de los padres fundadores de la Comunidad Económica Europea, Jean Monet y Robert Schumann allá por 1950. En palabras de este último: “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho.” Ahí está la clave para construir una Europa que sirva para todos y todas: realizaciones concretas (pongamos, por ejemplo, la unión económica y monetaria) para crear solidaridad (pongamos, por ejemplo, que los países y los pueblos de Europa se ayuden en los momentos de dificultad con amplitud de miras). ¿Qué queda hoy día de todo esto?

Ese máximo punto de avance en la construcción europea desde la visión de Monet y Schumann, que –quede claro- considero plenamente válida en nuestros días, se perdió y fue retrocediendo a partir de 1995, con el triunfo pleno de las ideologías neoconservadoras, dispuestas a cuestionarlo todo a mayor gloria del lucro desmedido y en detrimento de las grandes instituciones de cohesión social que habían logrado la paz europea y el fracaso de los totalitarismos durante medio siglo. Así, la derrota del bloque geopolítico comunista supuso por parte de las fuerzas más descarnadas del capitalismo la proclamación del “fin de la Historia”, según fue enunciada por Francis Fukuyama, erigido en heraldo del capitalismo “neocon” triunfante. De lo que no se ocupó el heraldo en cuestión –tal vez intencionadamente- fue de pregonar cuál era la nueva historia que arrancaba en ese momento.

Diecisiete años después, vemos bien en qué consistía esa “nueva historia” que Fukuyama olvidó anticiparnos, hasta dónde nos ha llevado y hacia dónde apunta. En dicha historia la Unión Europea ha pasado de ser un espacio de integración concebido para buscar el bienestar y la felicidad de la ciudadanía europea, dentro un marco de prosperidad estable, activa en el desarrollo de la sostenibilidad y de la solidaridad hacia sus pueblos y hacia el resto del mundo, en una endiablada máquina al servicio de los poderes fácticos que “ganaron” la guerra fría y que, sin verse obligados a concesión alguna a la dimensión no económica del ser humano, se están sirviendo con avidez su botín sobre la sociedad europea y planetaria. Desde 1995 la Unión Europea está siendo descaradamente utilizada para que estos poderes establezcan instituciones y normas comunes que no sirvan a los intereses de la comunidad y la ciudadanía, sino a su particular casino financiero (véase el curioso caso de un Banco Central Europeo que no “puede hacer” lo que hacen los bancos centrales de todos los demás países del mundo) y mercantil (véanse las barreras y limitaciones que persisten al ejercicio de los derechos sociales y laborales más allá de las fronteras de los Estados mientras se desregulan selectivamente aquellos sectores y mercados en los que empeora la posición relativa de los consumidores).

Y, para mantener a nuestras masas todavía más confundidas con respecto a la idea de Europa y a lo que realmente suponía desde su concepción originaria, hemos asistido a una “renacionalización” (léase “reestatalización”) que ha desacreditado la visión federal y de ciudadanía común que se pretendía para la Unión y la ha convertido en una mera conferencia diplomática permanente de Estados, en una especie de Sociedad de Naciones para cuestiones económicas en la que imperan la realpolitik, la ley del más fuerte, la ausencia de liderazgo colectivo y de proyecto común y la insolidaridad más farisea e insultante. Ese nacionalismo, que se maquilla en casa para que no lo percibamos como tal (el nacionalismo español, alemán, francés, británico, italiano… ese, el genuino: el que en su momento dio pie al fascismo y las guerras mundiales), pero que se manifiesta sin apenas tapujos en las mesas de negociación de las instituciones europeas, es el arma con la que los poderes capitalistas están haciendo pedazos el proyecto europeo y todos sus logros.

Jacques Santer, Romano Prodi y José Manuel Durao Barroso (no cuento a Manuel Marín, por haber ocupado el cargo sólo unos meses) fueron fieles perros de estos amos, pusilánimes a conciencia, sabedores de que su misión consistía en actuar en las antípodas de lo que fue e hizo Delors (¡y bien que se lo han recordado cuando se han salido del guión!), ateniéndose a un papel puramente administrativo y ejecutivo de las órdenes de estos poderes y de la conferencia de Estados (el Consejo) a través de los que se manifiesta primordial pero no exclusivamente. Quizás Barroso, más consciente de los efectos que este estado de cosas ha originado, a causa de la crisis, se esté mostrando más decidido a la hora de manifestar una discrepancia mínimamente relevante, pero sin llegar a estar a la altura del papel que tan brillantemente desempeñó Delors ni (a la vista está) de los crudos desafíos a los que nos enfrentamos en este momento.

No es de extrañar, pues, que Barroso manifieste su malestar por la creciente resistencia de algunos a respetar los acuerdos o –aunque parezca paradójico- a cuestionarse las normas cuando de ambas acciones dependa la posibilidad de salir de esta trampa en la que estamos encerrados millones de europeos. Y también que exista una atmósfera de vencedores y vencidos en el Consejo; o de que las normas sólo se cambien a gusto del fuerte, caiga quien caiga. Insolidaridad total. Tal parece la divisa de nuestra supuesta Unión. Y es que, a esta Europa antaño soñada y amada, ya no la reconoce ni la madre que la parió.

(Publicado en Aragón Digital el 20 de julio de 2012; http://www.aragondigital.es/noticia.asp?notid=97369&secid=21)

—————————

No tiengo pro claro si paramos cuenta de que en l’autual crisis europeya, dillá d’as suyas causas economicas e finanzieras, consideramos en a suya adecuata importanzia atras d’indole politica que se deriban d’a eboluzión (u, millor dito, imboluzión) que a ideya d’Europa ha tenita dende 1995. E fablo d’ixa añada porque, dende as mías bibenzias y esperenzia presonal, suposó tot un punto de tornada ta ra nuestra bisión d’a costruzión europeya. Estió l’añada d’a salida de Jacques Delors d’a presidenzia d’a Comisión Europeya e l’empezipie d’una “dinastía” de comisarios d’una autitú esclateramén diferén á ra d’un politico á qui cada día que pasa, cosiro más.

Jacques Delors, un cuasi esconoxito y en o suyo día no guaire bien reputato ecs-menistro franzés, estió nombrato Presidén d’a Comisión Europeya en 1985, en unos momentos en os que a Comunidad Europeya d’alabez yera engullita por a postrazión e a murria, atemata por deficultaz economicas e politicamén entrascata debán d’os entrepuzes que Margaret Thatcher meteba debán d’o que consideraba un esfaborable tratamiento ta o Reino Unito en o presupuesto d’a Comunidá. En as más de diez añadas d’o suyo mandato, amostrando una inusual bisión federalizadera, abelidá diplomatica, sentito prautico e capazidá de liderazgo, aconsiguió amansir os empentes “renazionalizaders” d’a Dama de Fierro, diseñar a unión economica e monetaria y, en un sentito más politico, lograr o naximiento d’a Unión Europeya.

En a mía opinión (e puede que en a de no pocos conoxedors d’a istoria europeya), Delors estió ro catalizador que aconsiguió portiar dica o más alto a premisa d’os padres fundadors d’a Comunidá Economica Europeya, Jean Monet y Robert Schumann allá por 1950. En parabras d’iste zaguero: “Europa no se ferá d’una tongada ni en una obra de conchunto: se ferá grazias á reyalizazions concretas, que creyen en primer puesto una solidaridá de feito.” Astí ye a clau ta costruyir una Europa que sirba ta toz e totas: reyalizazions concretas (metamos por causo a unión económica y monetaria) ta creyar solidaridá (metamos por causo que os países e os pueblos d’Europa s’aduyen en os intes de deficultá con amplaria de miras). ¿Qué queda güei de tot isto?

Ixa esfugada en l’abanze d’a costruzión europeya dende a gollada de Monet e Schumann, que –quede claro- considero plenamén balera en os nuestros días, se tresbatió y fue retaculando á partir de 1995, con o trunfo pleno d’as ideolochías neoconserbadoras, dispuestas á custionar-lo tot á mayor gloria d’o lucro sin mesura e á costa d’as grans instituzions de codesión sozial que eban lograto a paz europeya e o fracaso d’os totalitarismos por meyo sieglo. Asinas, a redota d’o bloque cheopolitico comunista soposó por parti d’as fuerzas más espiadatas d’o capitalismo a proclamazión d’a “fin d’a Istoria», seguntes estió nunziata por Francis Fukuyama, arixito como eraldo d’o capitalismo “neocon” trunfador. D’o que no s’ocupó o eraldo en custión –talmén aldredes- estió de prigonar cuál yera a nueba istoria que rancaba en ixe momento.

Dezisiete añadas dimpués, beyemos bien en qué consistiba ixa “nueba istoria” que Fukuyama olbidó antezipar-nos, dica dó nos ha lebato y enta dó enfila. En dita istoria a Unión Europeya ha pasata d’estar un espazio d’entegrazión conzebito ta buscar o bienestar e a felizidá d’a ziudadanía europeya, drento d’una bastida de prosperidá estable, autiba en o desarrollo d’a sustenibilidá e d’a solidaridá enta os suyos pueblos y enta o resto d’o mundo, en una maquina d’o diaple á o serbizio d’os poders fauticos que “ganoron” a guerra fría e que, sin beyer-sen artatos por denguna conzesión á ra dimensión no economica d’o estar umano, se son serbindo con angluzia o suyo botín sobre a soziedá europeya e planetaria. Dende 1995 a Unión Europeya ye estando acaratamén  utilizata ta que istos poders establexcan instituzions e normas comuns que no se faigan serbir ta os intreses d’a comunidá e a ziudadanía, sino ta o suyo particular casino finanziero (beiga-se o curioso causo d’un Banco Zentral Europeyo que no “puede fer” o que fan os bancos zentrals de toz os atros países d’o mundo) e mercantil (beigan-sen os barraches e limitazions que persisten á l’exerzizio d’os dreitos sozials e laborals dillá d’as buegas d’os Estato,s mientres s’esregulan seleutibamén aquels seutors e mercatos en os que apiora a posizión relatiba d’os consumidors).

E, ta mantener nuestras masas encara más trafucatas con respeuto á l’ideya d’Europa e á o que reyalmén suposaba dende a suya conzezión orichinaria, emos asistito á una “renazionalizazión” (leiga-se “reestatalizazión”) que ha desacreditata ra bisión federal e de ziudadanía común que s’engalzaba ta l’Unión e l’ha combertita en una mera conferenzia diplomatica premanén d’Estatos, en una mena de Soziedá de Nazions ta custions economicas en a que imperan a realpolitik, a lei d’o más fuerte, l’ausenzia de liderazgo coleutibo e de proyeuto común e a insolidaridá más fariseya y ensultadera. Ixe nazionalismo, que se maquilla en casa ta que no lo apercazemos como tal (o nazionalismo español, alemán, franzés, britanico, italiano… ixe, o chenuíno: o que en o suyo momento dio piet á o faxismo e as guerras mundials), pero que se manifiesta sin guaire bergüeña en as mesas de negoziazión d’as instituzions europeyas, ye l’arma con a que os poders capitalistas son fendo tiestos o proyeuto europeyo e toz os suyos logros.

Jacques Santer, Romano Prodi e José Manuel Durao Barroso (no cuento á Manuel Marín, por aber ocupato o cargo sólo que bels meses) fuoron fidels cans d’istos amos, aglariatos á  preset, sapedors de que a suya misión consistiba en autuar en as antipodas d’o que estió e fazió Delors (¡e bien que lis n’han remerato cuan s’han esbarrato d’o guión!), apegando-sen á un paper puramén almenistratibo y executibo d’as ordens d’istos poders e d’a conferenzia d’Estatos (o Consello) á trabiés d’os que se manifiestan primordialmén pero no esclusiba. Quizáu Barroso, más coszién d’os efeutos que iste estato de cosas ha orichinato, á causa d’a crisis, se siga amostrando más resoluto á l’ora de manifestar una discrepanzia minimamén relebán, pero sin plegar á estar á l’altaria d’o paper que tan brillanmén desempeñó Delors ni (ye platero) d’os crudos desafíos á os que nos confrontamos en iste inte.

No pilla en galafatón, pues, que Barroso manifieste o suyo malestar por a crexién resistenzia de beluns á respetar os alcuerdos u –anque parixca paradochico- á custionar-se as normas cuan d’as dos azions penda a posibilidá de salir-se d’ista trampa en a que semos agazapiatos millons d’europeyos. E tamién que esista una morfuga de benzedors e benzitos en o Consello; u de que as normas nomás se cambeen á gusto d’o fuerte, caiga qui caiga. Insolidaridá total. Tal parixe a debisa d’a nuestra suposata Unión. E ye que, á ista Europa antis más soñata e aimata, ya no la reconoxe ni a mai que la libró.

(Publicato en Aragón Digital o 20 de chulio de 2012; http://www.aragondigital.es/noticia.asp?notid=97369&secid=21)